martes, 6 de diciembre de 2011

DIECISIETE AÑOS SIN JULIO RAMÓN RIBEYRO


Cuentista peruano inolvidable y una vida dedicada a la literatura


Se dice que la fama mundial le llegó recién cuando obtuvo el premio Rulfo por su obra cuentística en plena agonia y póstumamente.Pero Ribeyro siempre estuvo entre los mejores cuentistas de la literatura latinoamericana desde la generación de los sesenta, contemporánea al Nobel Vargas LLosa. Sus cuentos y sus diarios se seguirán leyendo y serán motivo de estudio. Y vaya que se le extraña en un tiempo de metaliteratura y bolañofilia.




El primer contacto de la cuentistica de Ribeyro sucedió allá en la vieja aula de mi colegio en los ochenta con "Los gallinazos sin plumas". Quizá una historia contundente que reflejaba la inescrupulosidad de las chancherias,entre otras lecturas. Recuerdo que me impactó mucho e incluso la forma como lo habia redactado. Un inicio cinemtográfico de escenas que no envidiaban a las de Vargas Llosa, unido a una prosa con palabras a lo Flaubert.
Tras esa experiencia, volví a retomar su obra en mis épocas de universitario. Uno a uno fui comprando los cuatro tomos de "La palabra del mudo" editado por Milla Batres a dos señoritas que los vendían en el antiguo Boulevard de Quilca.
Después, completé su obra ensayística, novelística, teatral y aforistica en el mercado de libros viejos de Grau. Y tras toda la obra ribeyriana decoficada, lamenté que su afición al cigarrillo lo haya consumido cuando tenía mucho que contar con personajes noventeros.
Hay mucho de autobiográfico en Julio Ramón y también una identificación con los perdedores , los que no tienen voz. Los subyugados como el personaje de "Una aventura nocturna" o "Espumante en el sótano". También de fantasia como en el cuento "Ridder y el pisapapeles" o los escarceos con la sexualidad unipersonal con "La piedra que gira"; el color de la piel de "Alineación".
Qué decir de sus diarios y cartas. Toda una revelación que es largo explicar con anotaciones puntuales sobre escritores, politicos y premios literarios.
Un 4 de diciembre de 1994 se nos fue Ribeyro sin enterarse que habia ganado el premio Rulfo. Vaya que lo extrañamos, los perdedores, los grises, los olvidados.

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