Una novela a leer
El reciente hallazgo de un cúmulo de novelas, cuentos y ensayos inéditos del escritor Antony Burgess en un lugar de Londres me recuerda esa gran novela que escribió titulada La naranja mecánica que incluso fue filmada por el cineasta autista Stanley Kubrick. Aunque Burgess-que tiene una biografía de novela- siempre le tuvo ascos a esta obrita, escribirlo lo puso entre las ligas mayores de la literatura mundial.
Año noventa y tantos. Invierno de camisas de algodón y chompas de alpaca sin el pestilente polietileno chino. Entonces, sobrevivía entre cachuelos y un amigo que era tira me prestó La naranja mécanica. Aunque había que sortear el lenguaje nadsat del escritor, algo así como el gíglico de Cortázar ( “Voy a buscar a esas Ptisas osea Voy a buscar a esas chicas), leerlo resultó de putas. La historia de Alex, el lerdo y los demás drugos, pandilleros siniestros que jodían la ciudad hasta su caída, me entusiasmó en un momento que la literatura kronen y los seudobukoskitos de sexo, drogas y rock envenenaba mi prosa con sus epígonos Galarza, Palacetes, Benel y tantos otros.
Mientras el bar lácteo Korova sonaba literario, la atmósfera local de una cantina de Lima era periodismo narrativo o crónica urbana para dichos escritorcitos.
Años después se reeditaría la edición de la novela con el capitulo que faltaba y que inspiró a Kubrick al filme homónimo. Obvio que a un precio usurero de 90 soles ( 30 dólares aprox). Alguna vez la escritora Lolita Bosch dijo que los precios de los libros en librerías peruanas le parecía elevado.
Pero, tras las reseñas acomedidas de los colegas sobre la edición, conseguí dicho ejemplar en bazar suelo a 10 soles ( 3 dólares) y la novedad no era nada; tan solo enterarse que Alex se regeneró y llenó techo ( formó su sagrada familia).
De todos modos, hoy que he vuelto a releer la novela siento que aún hay mucho que descubrir- planos, secuencias, frases, desde aquel veinteañero que agradeció al tira por su apoyo a culturizarlo.
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