lunes, 31 de agosto de 2009

Los sueños reales de Alonso Cueto


Regularon conjunto de ensayos de premio Herralde.

Este conjunto de ensayos del escritor peruano, Alonso Cueto, es a grosso modo irregular. Hay una mezcla de papas y camote. Por instantes, acierta en los artículos sobre Conrad, Nabokov, Joyce, Zeno y James que nos parece el más logrado y devela cierto esfuerzo por bucear en archivos y hacer algo mas, que el copy and paste.

Pero, en otros, Cueto vuelve a la anécdota sacada de otra fuente (la carta al cielo del poeta y autor de Platero y yo, Juan Ramón Jiménez) como lo afirma: “El artículo de Jorge Olivier en la revista Letras Peruanas, de donde hemos tomado alguno de estos datos” p 13); la saturada historia de la fijación pedófila de Lewis Carrol, autor de Alicia en el país de las maravillas (“como es sabido, Carroll gustaba de fotografiar a Alice junto a sus hermanas Lorina y Edith. Se Conservan hoy 2,7000 copias de fotos que hizo a muchos otros niños y niñas; aunque el mismo Carroll destruyó muchas placas de niñas desnudas, por miedo a las acusaciones de pedofilia” p 26); las intrascendentes viñetas sobre Faulkner, Flaubert, Carver y Sand que sólo se quedan en un par de datos y el risible artículo sobre Bryce, donde leemos este laberinto adjetival (“Alfredo Bryce reproduce el proceso simultáneo de la escritura y el recuerdo. El recuerdo es la suma de impulsos asociados, los fogonazos de detalles múltiples, las pulsiones de pequeños trozos de materia que se superponen (p 141).

La irregularidad del autor de La Hora azul, prosigue con refritos de otros estudiosos (“ en su libro Arguedas o la utopía de la lengua, el lingüista peruano Alberto Escobar señala muchas de las apariciones de formas de la sintaxis y la semántica kechwa en las novelas y relatos de Arguedas” (p 136) o declaraciones archiconocidas como la dad por el gran Ribeyro (“ hay algunos escritores que van ala baño, orinan y luego escriben un cuento sobre un personaje que va al baño y orina” (p149).

Parece como si este libro de un escritor traducido al mandarín, desnudase la falta de un buen editor. Los esbozos sobre Borges, mas que ofrecer algún comentario sobre su obra, se detiene en el rubor del argentino en repetir la palabra mina, delante de su esposa María Kodama (“ pensaba que esa palabra iba a ofenderla” (p 152), la conmoción risible de Cueto al conocer a Szyszlo “ Vi a un pintor con su caballete, sentado frente a mi padre (…) yo estaba fascinado por la tensión de ese hombre cerca de mí” (p 157), Martín Adán y su declaración visionaria (“dígame Emilio, ¿este joven Alan García, existe? (…) si, existe le dijo Whestphalen después de un largo silencio. Pues yo pensaba que era un invento de Luis Alberto, le contestó rápidamente Adán-Porque Luis Alberto (Sánchez) inventó el APRA, inventó la literatura peruana, así que yo pensé que a lo mejor también ha inventado a Alan García” (p160).

Ni que decir de las olvidables estampas sobre Grillet que Vargas Llosa e incluso Miguel Gutiérrez, repetían que tenia novelas insufribles, un artículo sobre la maquina de escribir que parece de esos que le piden a quienes llevan cursos de auto motivación y deben redactar algo de su vida para declamarlo, un esbozo sobre Luis Loayza “un escritor debe ser quien es” (p161) y la misma fragilidad con los apuntes sobre Carson McCullers, Corman McCarthy, Grace Palle, Paul Auster y Kafka y el sobredimensionado Haruki Murakami.

Unos sueños que mas parecen siestas como el intrascendente artículo sobre el cuerpo de una mujer , otro refrito sobre la lengua y la anécdota del tipo peruano que va a casa de un familiar en España y dice que se sacó la polla, sin saber que esta palabra alude al miembro viril, pero en jerga como la palabra pinga.

En resumen, un libro regular, con muchos vacíos, pero, que al menos, pasa con cierta nota aprobatoria por los artículos sobre Joyce, Conrad, Nabokov, Zeno y la homosexualidad de Henry James.

Eso si, habría que preguntarle a Cueto, que crestas nos quiso decir cuando, sobre James amota: “su intención no es contar lo que pasa sino lo que le pasa al protagonista” (p 100). Guerra tenia una parra y la Parra de Guerra...

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