Sus libros solo sirven como somníferos
De mal en peor. Quizá sea una estrategia para que lo conozcan o solo una opinión personal desacertada. Pero Iván Thays no ha pasado de ser hasta ahora en una promesa fundida. Un egresado de Literatura en la Católica, autor de cuentos y novelas aburridas y secas como su existencia y paladar.
Su primera novela Las fotografias de Frances farmer dizque fue una obra que queria salirse del realismo y del aliteratura Bukowsky-Caicedo del que siempre abominó. Su primera novela fue tal vez lo mejor de su producción sin muchos lujos, pero luego El viaje interior develó su huachafa forma de imitar a Durrel que continuó con La disciplina de la vanidad , una metaliteratura donde sus personajes alcanzaban el cielo y el aburrimiento con citas a Kalasso, Noteeboom y alusiones a la homosexualidad de Adán.
Después de esas calamidades narrativas, esa literatura de ombligo para justificar su tallersucho en el Centro Cultural de La cvatólica, Thays empezó a mostrarse venenoso en sus reseñas. Uno a uno fueron cayendo desde Tumi, Roncagliolo hasta Salinas. De allí, dicen que se sintió pésimo cuando se fue sin gloria ni pena de vano Oficio y donde su producto le enrostró tal como Gibellini y De Soto, que no mencionase sus créditos y esfuerzos. Todo fue mal para el remedo de Oscar Wilde que tildó a González Vigil de criticó de cerebro de huevo y defendió hasta la desesperaciín La hora apaleada de Alonso Cueto.
Ahora, resucitado dice pestes de la comida, cuando su literatura es la indigesta.
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